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lunes, 28 de agosto de 2017

El difícil camino hacia una sociedad alternativa

Seamos responsables, y mantengamos viva la llama del cambio.




Después de las vacaciones y tras el inevitable regreso a la rutina, con la impresión de comenzar un nuevo ciclo, suele ser habitual hacer un pequeño balance del pasado y marcarnos unas metas para el siguiente curso.

Personalmente, cuando echo la vista hacia el pasado inmediato, me llama mucho la atención la disonancia entre los mensajes que nos llegan a través de la publicidad, los medios de comunicación de masas o las instituciones del Estado y el sentimiento de las personas que tengo a mi alrededor. Hace apenas diez minutos, cuando hacia cola para pagar en el supermercado, la portada de una revista llamaba mi atención con la promesa de una receta segura hacia el éxito. La portada anunciaba que en su interior encontraría los secretos de la felicidad de una determinada famosa, bastante guapa, que no conozco (pero supongo que es famosa, el titular de portada estaba redactado presuponiendo que los potenciales compradores sabíamos quién era) ¿Debemos serfelices? Pocos se cuestionarían este axioma moderno aunque no se sientan atraídos por las recetas de bricolaje mental y corporal que afirma aplicar con un éxito sospechosamente ostentoso la celebridad de turno. Pero esa es la cuestión, es fácil percibir la fuerte disonancia entre esta exaltación mediática de la felicidad y la realidad que nos rodea ¡Cambio! Todos piensan que el cambio es inminente, ya que se hace dolorosa y perentoriamente notorio que las cosas no pueden continuar así: “es la deshumanización”, “es la tecnología”, “es el capitalismo”, “es España”, “son los racistas”, “son los machistas”, “son los islamistas”, “es el 1%”, pero pretendemos aplicar soluciones individuales a problemas sociales, y a veces el bricolaje de autosuperación se queda corto.

Se percibe un gran deseo de cambio, un gran hastío con la situación presente, con un mundo que nos arroja a la cara modelos de felicidad mientras conspira entre bambalinas para hacer que sean inalcanzables. Pero siempre que pienso en ello recuerdo las palabras de Zygmunt Bauman sobre el movimiento 15M, “les falta pensamiento” decía, “pueden coincidir en lo que está mal, pero son incapaces de ponerse de acuerdo en cómo cambiarlo”.

Este es el marco dentro del que nos movemos aquellos que hemos hecho de la sostenibilidad nuestra bandera, y que somos críticos con el crecimiento económico. Los que pueden incluirse, a pesar de su enorme diversidad, en ese gran paraguas llamado decrecimiento, más el grupo, para nada despreciable, que yo denomino de colapsistas nihilistas.

Mirando hacia atrás, y al menos por mi experiencia dentro de Autonomía y Bienvivir, este último curso académico ha sido de maduración más que de crecimiento en los movimientos por la sostenibilidad. Algo que no debería extrañarnos, desde una perspectiva sistémica. En efecto, la teoría de sistemas postula la existencia de “tipping points” o puntos de inflexión, momentos en los que el cambio, que había estado represado, parece desbordarse y de forma súbita se logran grandes avances.

La crisis financiera de 2008 ha constituido sin duda uno de tales puntos de inflexión, momento que propició un crecimiento considerable de los movimientos en busca de la sostenibilidad. Pero las administraciones públicas, a lo largo y ancho de todo el globo, parecen haber estabilizado la situación, sin ser capaces, eso hay que reconocerlo, de lograr que la economía recupere el dinamismo y la frescura anterior a la crisis. Los bancos centrales, y sus políticas monetarias no convencionales, han tenido un éxito mayor del que esperábamos, y si bien las rentas del trabajo continúan estancadas o descendiendo, han logrado (salvo contadas excepciones como Grecia o España) que la población mantenga el acceso a una renta que les permita seguir con sus labores de bricolaje mental y corporal en busca del autoperfeccionamiento que les conducirá a la ansiada felicidad.

Mientras tanto, las fallidas previsiones de miembros relevantes de la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo y del Gas (ASPO), como Jean Laherrere, respecto al cénit de extracción de todos los líquidos del petróleo



o de miembros destacados de la comunidad crítica con la economía del crecimiento, como Gail Tverberg, respecto al declive en la energía neta disponible para uso social




han supuesto un pequeño revés, especialmente para aquellos que deseaban, de forma inmediata, otro punto de inflexión que nos llevase en volandas hacia el cambio.

En realidad esto ha podido ser una suerte, porque viendo el auge de partidos políticos y movimientos sociales que ha propiciado la crisis, así como los debates que ha suscitado, quizás todavía queda mucho camino por recorrer para dar un paso tan grande como el que reclamamos, que es nada más y nada menos que un cambio de civilización.

Las “visiones del mundo”, los valores e ideas con los que la mayoría de la población racionaliza su comportamiento continúan sin estar alineados con la autocontención, la sobriedad y la participación en la comunidad.

Sin embargo, tras la crisis financiera de 2008 hemos visto surgir numerosas iniciativas que en los terrenos de la energía, la alimentación o las finanzas se han postulado como alternativa al business as usual, ese modo de hacer que busca maximizar la rentabilidad y producir al menor coste posible, privatizando los beneficios y dejando al resto ocuparse de las consecuencias indeseadas. Podemos acceder a algunas de estas iniciativas en la plataforma mecambio.

Es cierto, sería un error pensar que se pueden encontrar soluciones individuales a problemas colectivos, y que con variar nuestros patrones de consumo cumplimos con nuestra parte en el proceso de cambio. Sin embargo, la simplicidad voluntaria es útil. No somos homo oeconomicus que se rijan exclusivamente por los precios de mercado. Los valores y los marcos conceptuales son los que guían nuestro comportamiento. Dejando de consumir, o cambiando nuestros patrones de consumo, no hacemos que otros consuman más, al contrario, con nuestro ejemplo, si unimos a la acción la necesaria componente divulgativa, y al igual que los cristianos, vamos “predicando”, estamos contribuyendo de una forma significativa al cambio. Las personas necesitan vías de acción en las que plasmar sus creencias, ofreciendo a nuestros allegados soluciones hacia la sostenibilidad contribuimos también a que sean más críticos con los comportamientos insostenibles y con el exceso de consumo. En definitiva, contribuimos a que cambien su visión del mundo.

Los cambios de conciencia a nivel individual, podrían dar lugar, con el tiempo, a normas sociales. Al mismo tiempo, nuestros patrones de consumo, son recursos de los que dotamos a las cooperativas y otros actores de la economía social y solidaria. Estos actores, al empoderarse gracias a nuestro comportamiento, son cada vez menos dependientes del business as usual, en consecuencia se va creando una red de personas que son capaces de medrar a través de comportamientos contrarios al sistema, y ello va siendo percibido por el conjunto de la población como una opción viable de vida. Finalmente, este conjunto de personas, exige políticas coherentes con sus valores a los responsables políticos.

Nuestra opción es actuar en todas estas dimensiones a la vez, observando lo que ocurre y modificando nuestras acciones en función de los resultados, pero a mi juicio hay un gran potencial en la divulgación de soluciones parciales. La tecnología juega a nuestro favor en este momento, ya que nos permite crear un procomún de información que contrarreste el dominio, hasta hace poco tiempo absoluto, de los intereses particulares en este ámbito. Cada blog y cada grupo de Facebook, nuestros twetts, son importantes y valiosos, no hay que tener duda de ello. Nuestro ejemplo y nuestro discurso hacia los más cercanos también, especialmente cuando ofrecemos alternativas muy concretas.

Y todo esto, en mi modesta opinión, no es ni mucho menos suficiente. Estamos en pañales respecto a tener un marco propicio para el cambio. Y sin embargo hay que ser humilde, reconocer la complejidad, y hacer siempre lo mejor, dentro de lo posible. Surgirán nuevas iniciativas, nuevas soluciones, nuevas ideas, y nuestra misión es amamantarlas y acunarlas tratando que no mueran de hambre. Habrá nuevas soluciones creativas, y las que ya hay seguirán creciendo.

El ejemplo de Milton Friedman nos puede resultar muy esclarecedor, junto a un pequeño grupo de personas influyentes altamente comprometidas fue capaz de hacer una revolución. Él dijo

Sólo una crisis (real o percibida) produce un cambio real. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que son tomadas dependen de las ideas que hay alrededor. Lo que, creo, es nuestra función principal: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable.

El siguiente punto de inflexión, la siguiente crisis, llegará, sabemos que lo hará, aunque es prácticamente imposible predecir el momento. Lo que mantengamos y lo que creemos ahora, aunque sea a nivel germinal, será lo que pueda desarrollarse en ese momento.

Ahora, más que nunca, la responsabilidad y el compromiso debe guiarnos en nuestro camino, poco apasionante según las visiones del mundo ortodoxas, esas que son incapaces de nutrir individuos felices. Sigamos el camino difícil, el que da sentido a vivir, el que da alegría al corazón y al alma.

2 comentarios:

  1. hola!
    ¿es consciente de quien era milton friedman, el tipo de quien ha publicado la frase al principio del artículo?

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    1. Sí, claro, soy consciente.Como he dicho "junto a un pequeño grupo de personas influyentes altamente comprometidas fue capaz de hacer una revolución", aunque no me guste su revolución, lo cierto es que para nuestra desgracia tuvo éxito. Es alguien a tener muy en cuenta si hablamos de cambio social.

      un saludo

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