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martes, 30 de diciembre de 2014

Sobre la simplicidad voluntaria y la sociedad autónoma



En los últimos tiempos estamos observando un incremento de los planteamientos teóricos en defensa de una vida sencilla, también llamada simplicidad voluntaria y el decrecimiento, aunque una idea y otra no tiene por qué coincidir-personalmente nos situaríamos en una postura acrecentista-.

Presentado o pensado como algo moderno, como algo actual , en realidad la idea de una vida sencilla como ideal es muy antigua. Sin salir del mundo occidental y sus tradiciones de pensamiento, todas o casi todas las escuelas filosóficas clásicas, del epicureísmo al estoicismo y el cinismo, con sus diferencias y sus discusiones, coincidían en compartir como ideal de fondo el hombre autárquico, en el sentido de reducir sus necesidades materiales a lo imprescindible, a no dejarse dominar por las pasiones y deseos de gloria, riqueza y bienes materiales. Incluso Epicuro y sus discípulos hacían una defensa de los placeres en su sentido elevado, llevando una vida frugal frente a la idea tópica de ellos, sin ensalzar nunca el desenfreno sexual, la gula o cosas por el estilo. También en el Evangelio, en el cristianismo serio y original, se defienden las mismas concepciones, probablemente por el influjo que las filosofías clásicas originaron en Jesús-o quizás de forma autónoma, nunca se sabrá-, cuando leemos frases como “sed como las aves del cielo”

Por tanto podríamos ver en las ideas actuales de la simplicidad voluntaria un renacer de las ideas de los viejos  maestros de la humanidad, con sus enseñanzas totalmente desoídas en el mundo moderno, mundo centrado en valores contrapuestos, desde los placeres más bajos y banales, hasta la glorificación de la riqueza, la acumulación de propiedades, el amor al poder, el ansia de figurar, la idea de la competitividad, del éxito, de ser reconocido…

Por tanto es evidente que ante la locura contemporánea, se necesita retomar la idea de la vida sencilla, entendiendo como búsqueda de la riqueza inmaterial o espiritual, de la libertad como no sujeción a personas y cosas, el desprendimiento, el esfuerzo, el trabajo en beneficio de la comunidad, la reflexión y participación en la vida democrática…

No obstante es necesario dar al ideal de la simplicidad voluntaria un sentido limitado y adecuado, además de unirlo a un proyecto transformador. Y decimos esto porque tanto la vida, como los propios seres humanos, somos muy complejos. Porque una cosa es no hacer de lo material el centro de todo y otra olvidar , por un lado, que se requiere para una vida digna unas condiciones materiales mínimas indispensables más o menos cubiertas, por otro que los seres humanos son seres que siempre buscarán innovar, desarrollarse, inventar nuevas tecnologías, conocer, en una palabra. Es en estos aspectos que nosotros no creemos en aquellos que unen vida sencilla a ausencia de tecnología, a volver a una especie de arcadia rural.

Siempre querremos saber, por ejemplo, qué es el cosmos, cómo se originó, qué hay en él;  y lo mismo con la materia invisible al ojo humano, qué la constituye, qué hay detrás de todo. Lo mismo es aplicable para otros aspectos de la vida. En este sentido se necesita tecnología compleja, muy desarrollada, cada vez más y más perfeccionada, que nos permita mirar lo macro y lo micro. Y quien quiera poner fin a esta sed de conocimientos, en nombre de una vida sencilla, chocará con la naturaleza humana, y terminará por crear una nueva forma de dictadura, una especie de ecofascismo o ecoleninismo.

Finalmente, la idea de la simplicidad voluntaria, bien entendida, como equilibrio entre lo material y lo inmaterial, creemos debe ir unida a un proyecto transformador de largo aliento. Pues de nada serviría si tal filosofía queda reducida sólo a una forma de vida, sin más implicaciones que un puñado de persona que huyen al campo a buscar otra forma de vivir, aislados del resto-lo que tampoco es condenable y quien sabe si ,inicialmente, sería la única salida-

Los principios de la vida sencilla deben ir indisolublemente unidos a la consecución de una vida democrática en su verdadero sentido, a una vida basada en el autogobierno individual y comunitario. Pues es evidente que la búsqueda de la simplicidad voluntaria se realiza para lograr expandir la libertad individual y colectiva poco a poco en el mayor grado posible.

Pero, y he aquí la contradicción de esta filosofía, la búsqueda del autogobierno o autonomía, o sociedad autónoma, por supuesto incompatible con los valores actuales de correr tras el Dorado de la abundancia material, requiere de una gran complejidad, de complicarnos la existencia.

Pues, para que una verdadera democracia tenga posibilidades de sostenerse se requiere, por supuesto, reducir el tiempo de trabajo, pero no para lograr una vida placentera, un ocio degradado, un reino de jauja de bienestar y felicidad. No, se requiere para que hombres y mujeres puedan tener el suficiente tiempo para formarse, informarse y participar en las decisiones que se tomen en la vida comunitaria.

Es insostenible el autogobierno sin una información libre y transparente, frente a la actual de los medios de manipulación y adoctrinamiento de masas, dirigidos por grandes empresas y al servicio de diversas siglas políticas. Es necesario vencer el conocimiento entendido como visión fragmentaria de las cosas, e intentar tener una visión amplia, lo más extensa posible, para lo cual se necesita una vida entera de formación continuada. Y, finalmente se necesita participar y tomar decisiones con conocimiento de causa.

Por tanto frente a la simplicidad en el mal sentido de nuestras sociedades, consistente en trabajar-si hay suerte de tener empleo-, obedecer, votar cada cierto tiempo y consumir-cada vez menos-, la sociedad de la simplicidad voluntaria, tomada en serio y unida al autogobierno es, en última instancia, la más compleja de todas, pues, al no centrar la calidad de vida en la mera riqueza material, sino en la igual libertad para todos, en no ser oprimidos por nada ni nadie, requiere del esfuerzo continuado, de una lucha por alcanzar una mayor perfección moral, una mayor calidad como personas.


Requiere, por tanto, complicarse la vida frente a la pasividad y el borreguismo de la sociedad de consumo en quiebra actual.


3 comentarios:

  1. Buenas alfredo,

    Suscribo punto por punto el artículo, aún cuando no es común que coincidamos en todo (sí en la parte sustancial o principal de nuestros planteamientos).

    Sería interesante ver como justificaba cada una de las filosofías que citas: epicureos, estoicos, cínicos, cristianismo, el ideal de vida sencilla y su relación con la felicidad, porque seguramente cada una de estas filosofías lo justificaba de forma distinta, y quizás desde nuestro punto de vista actual algunas tengan sentido y otras no. Al fin y al cambio el ideal de vida sencilla es una forma de ver el camino a la felicidad. Aquí veo dos cuestiones que es necesario pensar con detenimiento, en primer lugar ¿por qué el consumismo no nos hace felices? ¿por qué la vida sencilla puede hacernos felices?

    También me pregunto cómo pueden reaccionar los poderosos ante un movimiento general hacia la simplicidad voluntaria, y si no habría que incluir un elemento de resistencia al poder, y cómo debería ser este, si como lo pensó Ghandi, Bertrand Russell, Jacques Ellul o Thoureau.

    un saludo,

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    1. ¡Hola Jesús!. Pues podemos decir, simplificando un poco que las diferentes escuelas filosóficas y el primer cristianismo, con sus diferencias, apoyan la simplicidad voluntaria porque consideran que nos acerca a la virtud y a una mayor libertad. En palabras de Epicteto: "quien se hace esclavo de los hombres se hace antes esclavo de las cosas". Quizás seamos más felices con la simplicidad porque encontremos un mayor sentido a la existencia. El último interrogante, pues creo que sí, pero habría que pensar de qué tipo.
      Un saludo

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  2. Me ha encantado el artículo. Lo leeré con más detenimiento cuando pueda.Gracias.

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